San De Gea volvió a ser fundamental para que la lección de fútbol del Celta en el Calderón no tuviera su justo premio. El Atlético volvió a ser un auténtico disparate y sigo sin comprender la tozudez de todos sus técnicos a la hora de defender de manera tan lamentable. Desde los tiempos de Javier Aguirre este equipo se parte en dos, regala el centro del campo y si encima atrás tiene a Perea y Pernía es como para empezar a rezar. Los vigueses fueron los amos del partido desde el primer minuto, dieron un baño a los colchoneros y a esta hora tienen que estar lamentando su mala puntería anoche. Una vez más lo mejor que tuvo la entidad madrileña fue su afición. Casi llenaron el Vicente Calderón, se entregaron a la causa de las semifinales y nunca fueron correspondidos con el esfuerzo de su gente sobre el campo.

Tampoco Quique volvió a estar fino y tuvo que ir enmendando sobre la marcha los errores que había cometido en la planificación del partido. Hubo futbolistas que ni existieron, como es el caso de Simao. Y a partir de ahora dura papeleta va a tener el técnico madrileño para decidir el titular de la portería. De Gea volvió a estar más que soberbio, como sucedió ante el Recre, y consiguió maquillar con un empate uno de los esperpentos más grandes del Atlético en los últimos tiempos, y mira que es poner el listón alto. Salvo el portero, el resto fue una nulidad y ahora tendrán que volver a remar contracorriente. Eusebio le dio una lección táctica a su colega y siempre el Celta estuvo mejor colocado y fue más ambicioso. Este Atlético sigue empeñado en regalar una Copa cuya final parecía que le habían puesto en bandeja.