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El hambre de Jaric y el de todos

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Echamos la vista atrás, no mucho, basta con hacerlo al 27 de diciembre. El Regal Barcelona se paseaba en Vistalegre (57-79) y el runrún de la grada fue inequívoco: mucho Barça, demasiado. Aquella exhibición tuvo un testigo privilegiado en el banquillo madridista: Marko Jaric. No jugó, acababa de aterrizar en Madrid, con el glamour de su esposa (la top model Adriana Lima) como el abrelatas ideal para ganarse páginas enteras en los diarios de información general.

Casi dos meses después, Jaric tiene voz y voto en el Real Madrid de Messina, que lo conoce bien de la dolce vita que ambos compartieron en Bolonia. Jaric es capaz de formar en el quinteto inicial junto a Prigioni, de compartir balón y ataques con Llull, que como él puede cambiar de piel a cada jugada, o de entrar en la rotación de treses del equipo. En suma, un all around player, un todo terreno de esos que tanto gustan a los scouts que estos días llenan sus agendas NBA en Bilbao.

Sin embargo, lo mejor de Jaric no es él, sus puntos o valoración, sino lo que contagia. El hambre con el que ha vuelto a Europa, dejando atrás el baloncesto sin sal de los Grizzlies, es ahora el hambre de sus compañeros. Jaric sólo anotó un punto ante el Baskonia. Dio igual. Kaukenas, Lavrinovic o el recuperado Hansen demostraron que este Madrid mosqueteril -uno para todos y todos para uno- se sustenta en la plantilla, no en sus estrellas. Con Prigioni a la cabeza, que volvió a llevar el partido como quien pasea un caniche. Esta vez, el rey del pick&roll no lo tenía el Baskonia, lo tenía el Madrid. A nadie pasó inadvertido en el BEC. Tampoco a Ricky Rubio, esta tarde su rival. Y ese también tiene hambre.