Miedosos en defensa propia

Miedosos en defensa propia

En el gremio de pegadores hay categorías. Los hay que utilizan como excusa el balón y, cometido el crimen, lo señalan para exculparse, con la fortuna de que la tibia puede haber volado pero el balón siempre está localizable. Los otros son los que pegan al margen de las miradas y los motivos, aprovechando que la pelota está lejos y la policía también. Parecería que estos últimos, indiscutiblemente cobardes, buscan la reacción airada del enemigo y, en consecuencia, su posible expulsión. Sin embargo yo no les concedo tanta imaginación, aunque sea perversa. Pienso que pegan para sobrevivir en un entorno de futbolistas mejores. De manera que no es la maldad su primer pecado; es la torpeza.

Lo que pretendo decir es que yo sí creo a Nivaldo: si pisoteó a Cristiano no fue para causarle daño, sino para evitar el daño propio. No es ningún secreto que hay regates que destrozan cinturas y carreras que provocan tirones. Por no mencionar el daño moral que causan los caños y los sombreros. De eso se habla poco y no se cura con tiritas.

Otra cosa es que la compasión que merece toda persona miedosa y amenazada se confunda con la justificación de sus actos. Quien utiliza la arrogancia de Cristiano para explicar la agresividad de Nivaldo está equiparando chulería con violencia. Y no es lo mismo. Si Cristiano es petulante que se le responda con petulancia; sugiero una rabona en sus barbas. Si llegó a insultar propongo un gol por la escuadra y petición de silencio. Acusará el recibo. Pero clavar los tacos en su pierna cuando la jugada transcurre por otro lado es un gesto que se quedaría en deshonra particular si el muchacho no llevara en el pecho el escudo del Real Valladolid.