La vieja Vuelta está muy viva

La vieja Vuelta está muy viva

Setenta y cinco años de la Vuelta a España. Ya son. Nació en la II República, con Niceto Alcalá-Zamora al frente del Gobierno en tiempos convulsos, no sólo en España, que Hitler creaba su temible Luftwaffe e Italia invadía Etiopía. Tiempos abiertos a las hazañas, que por entonces Malcolm Campbell lograba un asombroso récord de velocidad sobre un bólido (481 kilómetros por hora) y Juan Ignacio Pombo cruzaba el Atlántico, desde Gambia hasta Brasil, en dieciocho horas. Por eso no es de extrañar que las etapas de la Vuelta tuvieran casi trescientos kilómetros, incluso más. Etapas, además, sobre adoquinado o tierra, con bicicletas que pesaban un quintal y cuyas cámaras había que llevar encima para cuando se pinchara.

La Liga de fútbol ya se había puesto en marcha y ese año la ganaba el Betis. Se creó también el Europeo de baloncesto, donde fuimos subcampeones, y la Vuelta nació siguiendo la estela del Tour y el Giro. Con sólo cincuenta corredores, se dio la salida a los 3.425 kilómetros de la prueba, más que ahora con una semana más. Pero en aquella época se hacían barbaridades, como los 471 kilómetros de la etapa Nantes-París del Tour o los 430 de la Lucca-Roma del Giro. Setenta y cinco años después sigue viva. Se han sustituido las largas etapas por los finales épicos en las cumbres, y este año, sin ir más lejos, descubriremos la Bola del Mundo. Porque los nuevos retos se buscan ahora en las cimas de las montañas, la Vuelta aún tiene mucho que decir.