Baloncesto: método y románticos

Baloncesto: método y románticos

Honores para el Cajasol, que ha dignificado la competición en este playoff. Su resistencia a la caída, la defensa de unos valores que le han devuelto la vida después de años siendo una momia en la ACB, resultó admirable. Perdió el Cajasol pero nos ganaron sus jugadores, una familia que a pesar de reunir seis nacionalidades ya intenta entenderse en español, y Joan Plaza, que llegó rebotado de Madrid y ha devuelto la ilusión por el baloncesto en Sevilla. El trabajo de Plaza ha sido de gigante. El Cajasol, invertebrado y con una falta de compromiso casi vergonzosa en sus jugadores durante años, recurrió a él después de probarlo todo. "Llegué con el único objetivo de que no me despidieran", suele recordar Plaza. De momento, ya ha renovado y se ha ganado poder pedir que el club le mantenga a su columna vertebral (Calloway-Kirksay, Savanovic-Triguero) para intentar, con dos pinceledas, el asalto a las semis el próximo año. Felicidades.

Aplaudió Vistalegre a los gladiadores de Plaza y aplaudió al Madrid, que jugó en una atmósfera de presión de la que no es fácil escapar. Ahí radica, tal vez, el único mérito de su victoria. Porque el Madrid juega gris, desconfía de las cosas que hace, no se libera. Se le ve de lejos que es un robot y no disfruta. "El baloncesto es de los jugadores", me recordó un día el gran Carlos Jiménez cansado del halo de misticismo que persigue a los entrenadores de método. Así que si Messina quiere ganarse a Vistalegre, se va a tener que volver más romántico.