Bienvenidos al Tour de la ética

Primera hora, primeros kilómetros. Contador pide al pelotón que aminore la marcha porque se ha caído Samuel Sánchez, tercer clasificado y compatriota (no sé qué cualidad pesó más y me intriga). Sastre, paisano de ambos, se niega a parar y a sentirse un traidor. Le asiste la razón: cada uno es dueño de sus actos y, como mucho, de los de su equipo. El fair-play es una elección personal que no admite imposiciones generales.

Quinta hora, cumbre del Tourmalet. El líder cede la victoria al aspirante. La reflexión es que hay actitudes que exigen una cierta dramatización. En el caso que nos ocupa hubiera sido recomendable que Schleck y Contador simularan un sprint, más o menos reñido en la medida de sus dotes actorales. El honor habría quedado a salvo y el pacto también (para ti el Tourmalet, para mí el Tour).

Dicho lo cual percibo entre público y crítica una sobrealimentación de Tours; doce sumamos, camino de trece. Y desde la opulencia se explica que estemos más atentos al detalle que a la conquista. Hace apenas 20 años lo de ayer no hubiera propiciado un debate, sino una fiesta.