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¿Rotación? Durant jugó 39 minutos

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A 2:38 del final del tercer cuarto, a cobijo de una diferencia que había sido de 18 y de la que aún quedaban 13 holgados puntos, Scariolo hizo coincidir en cancha a Raúl, Llull, Mumbrú, Felipe y Vázquez, un quinteto de suplentes sin un solo anotador fiable. Demasiadas confianzas para una Selección que, sin Pau ni Calderón, no anda tan sobrada de fondo de armario como solía. Cuando a 7:33 del final volvió a reunirse el quinteto inicial, España había acumulado siete tiros fallados y tres pérdidas de balón y sólo había anotado tres puntos (un triple de Llull). Lituania, que cuando Scariolo se puso estupendo estaba a punto de izar la bandera blanca y empezar a pensar en su partido de hoy con Francia, se había colocado a cinco y volvía a creer. Ya conocen el final.

No es novedad en el mundo FIBA, donde la balanza técnico-jugador tiende a inclinarse hacia el entrenador al contrario de lo que sucede en la NBA, que las dichosas rotaciones condenen a su arquitecto. El problema no es utilizarlas, es la falta de flexibilidad para corregir pronto el error si la cosa se tuerce. Eso le sucedió a Scariolo que, con Líbano y Canadá en el horizonte, podía haberse permitido explotar todo lo necesario a sus estrellas. Sólo Marc alcanzó los 30 minutos justos de juego, mientras los cuatro mejores estadounidenses (Durant, Billups, Rose y Odom) llegaron a esa cantidad ante Brasil, con el fenómeno de los Thunder descansando sólo un minuto. En Europa seremos más sofisticados, pero ellos son más prácticos. Y no les va mal...