Las tenistas se amotinan

Las tenistas se amotinan

Nuestras seis mejores tenistas se han plantado. Dicen que no van a jugar la Fed Cup, que es la Copa Davis femenina, una competición que en los años 90, con Arantxa y Conchita, llegamos a ganar cinco veces. El plante es gravísimo. Como si Nadal, Verdasco, Ferrer y compañía se negaran a jugar la Davis, y no por necesitar descanso o para recuperarse más rápido de unas molestias, sino como medida de protesta. La reivindicación parece justa. No piden para ellas, que al fin y al cabo tienen la vida resuelta -la que más lleva ganados este año 600.000 euros y la que menos, 81.000-, sino para que salgan más y mejores jugadoras. Pero hay un problemilla. La imagen que deja el tenis en estas cuestiones no es buena. O se hace lo que ellos quieren o no juegan.

Se cargaron a Santana como capitán, se negaron a ir a Nueva Zelanda cuando bajamos de categoría y, en una época más reciente, los jugadores encabezaron un motín contra el anterior presidente, Pedro Muñoz, y para no jugar en Madrid. Ahora las tenistas dicen "o esto o no jugamos". Lissavetzky ya tiene otro problema que solucionar antes de regresar a la vida política. Lleva seis años pacificando nuestro deporte y seguro que lo arregla. No tendrá que aplicar el artículo 47.1 de la Ley del Deporte: "Es obligación de los deportistas federados asistir a las convocatorias de las selecciones". Salvo que no sean seleccionados, como ha sucedido con Nadal y Gasol. Mas esta vez se trata de una negativa como medida de presión y no conviene que el conflicto se radicalice.