Una victoria para enmarcar

Una victoria para enmarcar

La victoria ayer de nuestras jugadoras de baloncesto no puede quedar archivada como sólo el mayor hito de la Selección femenina. Fue mucho más que meterse en unas semifinales del Mundial. Fue mucho más que un partido. Fue la victoria de un sentimiento. Del sentimiento de unas jugadoras que, sabiéndose eliminadas, decidieron que si perdían sería tras entregar su última gota de sudor. Su gesta recordó la batalla de Otumba, cuando Hernán Cortés y los doscientos soldados que le quedaban, hostigados durante días por miles de indígenas, aceptaron que iban a morir, pero lo harían cubiertos por la sangre de sus enemigos. Combatieron con tal ardor que el combate duró horas hasta provocar la huída de los mexicas tras la caída de su caudillo.

Sin llegar a esos extremos, las Valdemoro y compañía, hicieron algo parecido, que los deportes de equipo no dejan de ser emulación de las grandes batallas. El resultado fue un último cuarto que debe guardarse para proyectar a cualquier selección, a cualquier equipo, en vísperas de un partido que se califique de decisivo. Ni vídeos de tácticas, ni flechitas para arriba y para abajo. Hay que mostrar ese último cuarto en el que ante cada error, que los hay y muchos, no cunde el desánimo, todo lo contrario, eso sería entregarse. Las jugadoras se vienen arriba, y luchan con ferocidad cada balón como si en ello les fuera la vida. Es la fe inquebrantable, es la casta elevada a su máxima expresión. Ya poco más necesitan hacer. Son las heroínas del Mundobasket.