La nobleza de dos grandes

La nobleza de dos grandes

Bajo esos dos grandes corpachones se esconde mucha sabiduría futbolística y un enorme corazón. Me refiero a Del Bosque y Luis. La gente del fútbol arregla posibles conflictos así: con un abrazo y mirándose a los ojos. Ocurrió en el Teatro Campoamor y fuimos muchos los que soltamos alguna lagrimilla al ver el reconocimiento público que le hacía Vicente a su antecesor. Junto con el gol de Iniesta, la posterior reacción genial de Camacho en el micrófono ("Iniesta de mi vida"), el ofrecimiento de la Copa del capitán Casillas al cielo de Johannesburgo y el recibimiento multitudinario, lo de ayer queda también grabado para siempre. Nunca podremos agradecer suficientemente a esta generación de jugadores y técnicos lo que nos han dado.

Porque se trata, como dice siempre el actual seleccionador, de aprovechar lo que representa este grupo, al margen de lo que hacen en el terreno de juego. Palabras como solidaridad, orgullo, humildad y trabajo no suenan huecas cuando vemos el ejemplo que dan. Sólo había que ver la cara de felicidad de los ovetenses cuando les veían pasear por sus calles. Y la de los jugadores cuando recogieron el Premio. Esas sonrisas espontáneas cuando subían al estrado, esos guiños cómplices cuando vieron a sus dos jefes fundidos en un abrazo, no se paga con dinero. Porque no hay que olvidar que el éxito llegó por la sencillez. Tenemos la fortuna de contar con un seleccionador y unos jugadores que dejaron colgado en el armario el traje de estrellas.