Han pasado 2.514 días desde aquella final de Montjuïc ante el Zaragoza. Fue el principio del fin de los Galácticos. Y mucho más que eso. Fue la última final que han jugado los blancos y la última vez que la afición pudo desplazarse en masa para arropar a sus héroes en campo neutral. Desde entonces, la Copa y la Champions se han convertido en dos pozos sin fondo. Por eso, el Bernabéu rugirá esta noche como nunca, sin necesidad de vídeos motivacionales en versión subtitulada ni declaraciones al límite de la ética. Llegar a la final del 20 de abril es un sueño con cara y ojos. Prohibido fallar.

El Sevilla será un rival duro como una roca. Hasta mi amigo Palop (nos vemos en Gandía este verano, máquina), quiso alentar a los suyos en su Twitter: "Camino de la tercera final de Copa en mi sexta temporada en el Sevilla". Andrés, va a ser que no. Tú estarás en la grada y verás lo que es un Bernabéu unido por una causa, por un sentimiento, por un espíritu, por una leyenda. El Madrid nunca muere.