Unión. Ilusión. Actitud. Compromiso. Compañerismo. Amor a unos colores, los blanquiazules. Fidelidad a un club, el Málaga. Todo esto se pide a los profesionales malaguistas, jugadores y técnicos, para intentar salir de esta terrible situación en la que se encuentra el conjunto malagueño, último, colista, con 17 puntos y un tufillo que no me gusta nada a Segunda. Muchas cosas tienen que cambiar para que la situación revierta y el Málaga comience a funcionar y a escalar. Quedan diecisiete partidos y mínimo, para que las cuentas salgan, tienen que ganar ocho o nueve encuentros, de los cuales nueve son en La Rosaleda. Aunque visto lo visto, parece que la presión cuando juegan como locales la acusan y no responden a la expectación creada.

El domingo tienen la posibilidad de iniciar la remontada en un derbi apasionante, como todos los que se juegan en el Sánchez Pizjuán, un campo que no se le da mal al Málaga y que ha visitado, como la pasada temporada, con la soga al cuello. A excepción de cuando venció con Juande Ramos y con Antonio Tapia en el banquillo, siempre acudió a enfrentarse al Sevilla en posiciones complicadas. Ahora lo que interesa es lo deportivo y hay que olvidarse del nuevo estadio (para qué serviría si desciende) y del futuro con el fichaje de nuevos jugadores. En estos momentos, todo el malaguismo tiene que estar muy unido. El club tiene que ser el primero en fomentar esa unidad para salir de este grave problema. El Málaga es un sentimiento. Volveré.