Hace justo un año tuve la oportunidad de hablar privadamente con Messina. Me encontré un magnífico ser humano. Pero también un entrenador abatido, cansado de remar río arriba y de sentirse incomprendido por una plantilla sobrada de años y de malas caras. Pasaron los meses y se cumplieron los peores presagios. Títulos, cero. Balance del primer año, fracaso total.

Pero el italiano creció, tomó decisiones, rejuveneció la plantilla y entendió que debía recuperar su primera etapa, como le comentó sabiamente ayer el colega Paco Torres. "Ettore, vuelves a ser maestro antes que entrenador". Con Mirotic, un doble de Bodiroga, ha tardado lo suyo en darle bola. Pero ya está entregado a su talento balcánico mezclado con su desparpajo ibérico. Messina tiene en Mirotic, Llull, Sergio Rodríguez y Carlos Suárez su particular alegría de la huerta.

Por eso me gustó ver en la Fundación Ferrándiz (genial la presentación del 'profe') un Messina guerrero, cañero, incluso borde. Mejor. Un Messina de perfil duro hará un Madrid más grande. Le veo el domingo ganando la Copa. Y eso que no es obligatorio...