Contador, cambio de perspectiva

Contador, cambio de perspectiva

Confieso que yo era de los que dudaba. Incluso más que eso. Ponía en duda, sospechaba. Empezando por el viaje del solomillo, que me parecía el de Ulises. Después fui escuchando testimonios que daban veracidad a la excursión carnicera de López Cerrón. Hasta he sabido de un periodista de L'Équipe que le vio llegar al hotel con la solomillada en brazos. Sin embargo, no he rendido armas hasta la visita de Contador a nuestro periódico. Facilón, me dirán algunos. Pero no lo crean, entré firme. Simplemente escuché y observé. Y da para mucho una merienda de casi dos horas, especialmente si no se prueba bocado (él está en temporada y nosotros somos solidarios).

El caso es que me encontré con nuevos argumentos para la defensa y con algo aún más significativo: Contador no está aliviado por el dictamen absolutorio de la Federación, sino desgarrado por el proceso que le ha señalado como culpable. Y aunque yo no sé mucho (más bien nada) de psicología criminal, entiendo que así reaccionan los inocentes. Mostrando antes la cicatriz que la absolución, la pena que la alegría. Durante estos meses, cuando me preguntaban sobre este asunto, yo respondía que sólo esperaba justicia. Distante y descreído. Ahora tomo asiento entre el jurado popular. Y voto inocente.