Antonio Marañón es el nombre del linier que estaba en la banda en la que atacaba el Madrid en la primera parte con el Sporting. El balón parecía que iba a perderse por la línea de fondo. Pero Albiol tuvo fe, estiró su pierna derecha al límite y centró hacia atrás, llegó Carvalho y gol que te crió. El juez de línea levantó la bandera y el novato González González, que se estrenaba con el Madrid pese a estar la Liga en juego, no dudó en anularlo. Cerca del descanso, Lora mete su mano izquierda para despejar un córner. Mano desplegada e intencionada. González González a sólo tres metros. Nadie le tapaba. Lo vio, sin duda. Pero no quiso pitar el penalti. ¡Para qué complicarse!
Osea, que a pesar del mal juego que nadie discute, aplicando el Reglamento el equipo de Mourinho debió irse al descanso 2-0 o 1-0. El caso es que el partido hubiera sido otro y a estas horas nadie hablaría de que la Liga está finiquitada y resuelta.
El Barça me da envidia en estas cosas. En El Madrigal mete Piqué un gol gracias a la ayuda de su brazo y nadie protestó en el campo. El Villarreal, al igual que le ocurre a medio planeta, asume que equivocarse a favor del Barça forma parte del paisaje y no queda sitio para la queja. El año pasado, también en Vila-Real, Teixeira Vitienes expulsó a Llorente. La imagen demostró que la tarjeta era para Busquets, pero sobre la marcha el cántabro se hizo el loco y modificó la decisión. Se quedó tan pancho. Y no les hablo del gol legal de Jordi Alba en Mestalla. Tampoco se quejó nadie. Es el escudo del Barça, que debía estar a tres puntos y no a ocho. Ya lo dijo Guardiola: "El Villarato está instaurado". Seguro, Pep.