Cinco finales y cinco victorias

Cinco finales y cinco victorias

Desde el Royal Box de Wimbledon, sentado al lado de grandes campeones como John Newcombe o Bjorn Borg, asistimos a un partido extraño. Una final que se puso enseguida 2-0 para Novak Djokovic cuando yo pensaba que Nadal podría controlar al serbio por su mayor experiencia en esta pista tan especial, la Centre Court de Wimbledon. Pero la quinta final de Rafa sobre la hierba, de las que ya había ganado dos, no pesó en el ánimo del nuevo número uno. Su mentalidad ahora mismo es de hierro. Aun así, entregó el tercer parcial por un inesperado 6-1. Pero supo gestionar bien la presión en el cuarto para romper el servicio de Rafa. Djokovic, sencillamente, fue mejor. Y lo que me preocupa es que ha dado pasos tremendos: ya sabe lo que es ganar a Nadal en tierra, pista dura y hierba. Y también en torneos de Grand Slam.

Cuando un tenista, a este nivel, te gana cinco finales en medio año, es que algo falla. Es lo que debe analizar nuestro campeón, al que hay que darle el enorme mérito de haber estado en esas cinco finales, al máximo nivel. En mi opinión, la clave del cambio que ha experimentado el de Belgrado desde que se proclamó campeón de la Davis en diciembre es, además de su mejora física, su posición en la cancha. Juega dentro de la pista, sobre la línea de fondo. Y desde ahí ataca con agresividad la bola echando a sus rivales dos o tres metros por detrás de esa línea. Está intratable, y ante eso hay que rendirse. Y darle la enhorabuena, como se la dio Rafa.