Ni crack ni diablo: un excéntrico

Ni crack ni diablo: un excéntrico

Hay lágrimas sinceras en las despedidas, pero también de cocodrilo. Por eso ayer estuvo bien Achille Emaná. El amor a unos colores no se demuestra llorando. Emaná ha sido un díscolo y eso no lo puede evitar pero, a su manera, ha querido al Betis. Y aunque algunos no lo vean así, ha dejado huella. No ha llevado al Betis hacia un título, más bien colaboró como otros muchos a mandarlo a Segunda División. Pero luego, con sus histrionismos, se ha tragado dos años en el pozo con desgana pero con cierta profesionalidad. Luchó e hizo goles. Y marcó las diferencias. Menos, seguramente, de lo que debía, pero suficiente como para devolver al Betis "más o menos" a Primera. Emaná no ha marcado una época en Heliópolis, pero será recordado.

Queda por saber cómo será el Betis post-Emaná. Porque el camerunés deja un hueco. De goles, de presencia. Incluso de polémica. Emaná llenó portadas poniéndose el sombrero para celebrar goles, pero también fue señalado por sus rebeldías en Jabugo con Lopera, su apatía en muchos partidos, sus viajes a Camerún, su última declaración de rebeldía. Su imán para llenar páginas quitó presión a un vestuario de perfil mucho más bajo. Los focos necesitarán ahora nuevos objetivos. Y para eso también hay que valer. Emaná no ha sido Maradona, pero tampoco un demonio. Alegró muchas tardes (y muchas noches en Sevilla). Egoísta y desprendido, caprichoso y solidario. Se va con la música a otra parte. A su aire, diferente.