Dice Platini que a Messi le pegan menos que a Pelé, Cruyff, Maradona o Zidane, hecho irrefutable que habla bien de la evolución de un fútbol que ya no tolera árbitros tan faltos de valentía como sobrados de barriga como los que abundaron hasta bien entrados los ochenta. También ha ido ahuyentando a futbolistas como Stiles, Gentile o Vinnie Jones, que forjaron su reprobable leyenda en los tobillos de Eusebio, Maradona o la mitad de la liga inglesa. Y ha sabido estirar su reglamento para defender la pureza del juego.

Sin embargo, no tengo tan claro que la apología del fair play le haya dado ventaja al azulgrana, quizá el mejor de siempre. Porque enfrente se encuentra con marcadores más atléticos y mejor entrenados que su antecesores y estrategias defensivas de última tecnología. La clave de su éxito está más en la calidad de quienes le acompañan (en el Barça, que no en Argentina) que en los modales de quienes le defienden. Otra cosa es si el escudo de su camiseta fortalece su blindaje y ahí Platini se tapa tras el burladero de Collina y de su Comité Disciplina, cuya mano de hierro ha abofeteado recientemente a Mourinho por cuestionar a los árbitros UEFA.

También anda Platini en una cruzada por defender que el fútbol se maneje sólo con el dinero del negocio y no con el que artificialmente le inyecte el gas ruso o el petróleo de Oriente Medio, susceptible de evaporarse en un terremoto financiero. Se establecerá un techo de déficit muy limitado que sólo podrá excederse si los propietarios lo cubren. La UEFA pretende evitar que la huida del mecenas mate al club y que el fútbol sea una simple mascota para los ricos.