Adía de hoy, plantarle cara a este Barcelona se antoja misión imposible. Salvo que seas el Real Madrid. Y ésa es una mala noticia para la Liga, condenada ya desde la primera jornada a un mano a mano entre los dos grandes, pero una alegría para los amantes al buen fútbol. Porque el Barça tiene la capacidad de sacarle los colores a cualquiera de sus rivales. Anoche le tocó sufrirlo al Villarreal. Probablemente, el cuadro amarillo sea el que más se ha asemejado en su concepto de fútbol a los azulgrana en las últimas temporadas. Pero ayer quedó claro que con eso no basta porque el maestro le dio una nueva lección al discípulo.

Aguantó el Submarino en el primer acto. El problema es que le faltó algo más de oficio en los dos primeros goles. Thiago remató entre cinco jugadores amarillos sin que ninguno le encimara; y Cesc hizo el 2-0 en el 44' ante un Villarreal con prisas pese a estar con uno menos porque atendían a Valero y a que el 1-0 al descanso debía darse por bueno porque el equipo iba a más. En el segundo acto, ya fue incapaz de contener el vendaval culé. La temporada pasada, la diferencia entre ambos (primero y cuarto) fue de 34 puntos. Anoche quedó claro que este año se repetirá ese abismo. Este Barça siempre te deja en evidencia.