Que Casillas, Kaká o Cristiano se vean perjudicados por decisiones arbitrales que nunca terminarán de entender, es algo que está tan asumido que no cabe darle más vueltas para no terminar mareado. Lo tomas o lo dejas, que son lentejas. Pero la irritación que genera esa forma de arbitrar tan sibilina y unidireccional se convierte en indignación al constatar la masacre que los árbitros de Segunda B están protagonizando con los chavales del Castilla. Críos de entre 17 y 23 años que todavía quieren pensar que el fútbol es un deporte transparente, puro y sin contaminantes.

Pero la realidad es otra. Los árbitros del Régimen de Sánchez Arminio no ven a un grupo entusiasta de jóvenes con hambre por ser algo en este mundillo. Lo que ven es el escudo del Madrid, ése que les provoca un desenfoque gestual parecido a lo que hacen los vampiros cuando tienen delante un crucifijo. El Castilla ha sido barrido por los referees en este inicio de temporada. Que en un cuarto de hora ya te hayan expulsado a un jugador (Denis, hijo de Tcherysev) por dos amarillas es muy fuerte. Me lo dijo el otro día uno de los cachorros del bueno de Toril: "Tomás, los árbitros nos amenazan antes de abrir la boca". El Baby Villarato se las gasta así...