Filipe Luis lo dijo el otro día en rueda de prensa: cuando los laterales suben al ataque siempre están buscando al colombiano. Dicho de otra manera, Falcao es un lujo para los jugadores que entran por banda. Y todos los compañeros le buscan, quizá a veces incluso demasiado. En poco más de un mes Falcao ha sabido ganarse la confianza del vestuario rojiblanco. Porque todos saben que siempre está ahí, peleándose con los zagueros y no sólo en ataque, porque en defensa también es el primero en presionar al rival. Muchos coinciden en afirmar que Falcao es el jugador que le faltaba al Atlético, pues es ese tipo de futbolista que no abunda. El pasado domingo, en el encuentro ante el Sevilla, Falcao estaba asfixiado en los últimos minutos de partido. Se había peleado con los centrales sevillistas, Spahic y Cáceres, tipos duros, de esos que admiten pocas bromas dentro del área. Pese a estar fundido, Manzano no le sustituyó. Y eso es porque todos tienen una fe ciega en él, en que pueda cazar un balón en el último suspiro y decidir. Así, se ha convertido en insustituible en un grupo con hambre.

Incluso ha cambiado la forma de jugar del Atlético. El equipo madrileño toca y toca, intenta penetrar por banda para encontrar el mejor pase para que pueda rematar en condiciones Falcao. El año pasado la fórmula era distinta: en cuanto el rival presionaba, los rojiblancos se quitaban la pelota de encima y daban el patadón para que Agüero hiciera el resto arriba. En el vestuario, y en el club, están encantado con el colombiano. Y él quiere triunfar en España. El reto de ser importante en un campeonato como el nuestro le apasiona. Falcao ha empezado con buen pie.