El ciclismo clásico del Tour

El ciclismo clásico del Tour

El Tour se vende por sí solo: a la carrera acuden los mejores ciclistas del mundo, acapara el espectáculo deportivo en las plácidas y cálidas sobremesas del mes de julio, tiene los Alpes y también lo mejor de los Pirineos, las imágenes de la televisión nos muestran lo bonito que es Francia... Sí, el Tour es una gozada. El éxito está garantizado. Por eso los organizadores tampoco tienen que dar muchas vueltas para ofrecer un recorrido atractivo. Mientras el Giro busca lo más difícil todavía, y la Vuelta ha dado con la fórmula para que todos los días sean importantes, el Tour va a lo suyo, a un ciclismo clásico que no sorprende. Mucho sprint, algo de montaña y para 2012, un atragantón de contrarreloj, que televisivamente no dice mucho.

Las cronos en la televisión son un acto de fe. El espectador no ve visualmente las diferencias. Se las cuentan y él se las tiene que creer. Para tener esa información, con la radio basta. Pero las cronos son muy de ciclista, y el Tour se dispone a satisfacer al entendido. Para eso su denominación de origen es tan potente que está por encima de lo que pueda ofrecer el recorrido. Llevamos unas cuantas ediciones que tampoco son la alegría de la huerta. Entre el control que hay y el trazado de al menos la primera semana, la carrera tarda en calentarse. Son lujos que el Giro y la Vuelta no pueden permitirse. El Tour, sí. El Tour a lo sumo ofrece guiños para conmemorar grandes cimas. Y poco más. El Tour está, sencillamente, por encima de todo.