La afición se sube a sus hombros...

La afición se sube a sus hombros...

Dejémonos de pamplinas. Lo que hace tres meses, tras el sonado incidente del ojo en el Camp Nou, pareció el principio de un bajón en el share de popularidad de Mourinho, ahora se ha convertido en una devoción hacia su persona (y su personaje) casi fanática. El portugués ha sabido moderar sus actitudes y ha sacado lo mejor de su perfil. Como entrenador es un catedrático en la materia. Prepara los partidos como si fuesen exámenes de trigonometría. No deja ni un detalle sin cuidar. Eso produce un efecto contagioso en sus jugadores, que se sienten comprometidos e involucrados como si les fuese la vida en ello. Hacía muchos años que el madridismo no veía a sus héroes celebrar los goles con ese entusiasmo casi colegial. Las alegrías desbordadas tras los tantos de Ramos y Cristiano parecían sacadas de Evasión o Victoria cuando Stallone paró el penalti que les daba la libertad...

Como manejador de grupos, Mou se matriculó hace tiempo. Españoles y portugueses conviven ahora como si fuesen hermanos de sangre. Sin olvidar a los turcos. Ramos no se separa de Özil, Iker mima a Sahin (el hombre de la noche), Khedira y Pepe bromean a menudo, Higuaín y Benzema parecen gatos siameses pese a su competencia directa... La cuestión es que todos ellos atisban que esta puede ser la temporada de sus vidas. El Bernabéu lo detecta y la afición está enganchada a su técnico. Hoy se verá un Bernabéu festivo y animoso. Mou maneja lo que yo bautizaría como 'ego colectivo'. Todos van sobrados de autoestima y obedecen al líder de la manada: José Mourinho.