Un milagro que se sigue repitiendo

Un milagro que se sigue repitiendo

Todos los que vamos en moto, y no sólo los que corren el Mundial, sabemos que hay dos clases de motoristas: los que se han caído... y los que se van a caer. Vamos, que lo de acabar por el suelo es algo prácticamente inherente al disfrute de un vehículo de dos ruedas, claramente más inestable que cualquier otro con más puntos de apoyo. Como la competición es la máxima expresión del motociclismo en todos los sentidos, también lo es en el caso de los accidentes. Y no deja de sorprendernos cómo estos chicos de goma se levantan, casi siempre, tan panchos después de tremendos revolcones...

No ocurre, lógicamente, por casualidad. Sería fácil esperar consecuencias generales mucho más graves después de las 894 caídas del certamen durante la pasada temporada. Ocurren menos desgracias de las previsibles porque los pilotos están en magnífica forma física, su equipamiento es cada vez más resistente y, sobre todo, el trabajo en materia de seguridad en los circuitos es tan incesante como efectivo. Es evidente que el riesgo cero ni existe ni existirá jamás, pero saber que también en esto el deporte evoluciona es una garantía de tranquilidad. Cada paso en ese sentido lo es hacia la integridad de sus deportistas.