En busca de las migajas doradas

En busca de las migajas doradas

Para la mayoría de los rivales del Real Madrid una visita al Bernabéu es una ocasión de oro para reforzar su autoestima. La cosa consiste en insistir en su manera de jugar, de trabajar, para que luego sirva para el próximo partido: si lo hicimos contra el Madrid cómo no lo vamos a hacer contra el Sporting, se dirá. Hasta cierto número de goles encajados (sobre los cuatro o cinco), los Granadas de este mundo salen satisfechos, si se atacó como se planeó, si las faltas se sacaron como se entrenaron y así se creó peligro, si se defendió en la zona prevista... No es broma. Casi todos los visitantes salen a buscar, dicho con respeto, migajas: no juegan el partido que vemos, sino que se preparan para otro.

El Granada ayer consiguió partir al Madrid en dos en la primera mitad y atacó con inteligencia. Volvió a poner sal en la herida con un tanto marcado por alto y tras una basculación pésima del Madrid, algo que seguro Fabri tenía anotado en su libreta. Y luego, ya en la segunda parte, el Granada se vino abajo porque ningún plan dura noventa minutos en el Bernabéu, si en contra se tiene a Benzema o Higuaín. Pero volvió a casa con sensación de haber dado algo de guerra, un triunfo. El Madrid, por su parte, justificó la bronca navideña de Mourinho que si criticó a sus jugadores en público, algo que no es habitual porque va contra la esencia de su método, es porque les vio no lejos, sino muy lejos de la tensión que exige.