Estética y pasión de la paciencia

Estética y pasión de la paciencia

Hay un valor estético en el ejercicio de la paciencia en el fútbol. Exige control de los sentimientos, y por tanto obliga a la contención, al entendimiento del otro como parte del juego, no como adversario. En fútbol esa es una estrategia moral casi, pues compromete a todos los jugadores en un solo objetivo: no perder de vista al que tienes delante para convertirlo en tu cómplice aunque él no quiera.

El Barça ha ejercido ese valor con mucho éxito en esta decena de partidos en los que ha podido más la música que el terremoto. En ningún momento perdió la paciencia, ni siquiera cuando fue peor en la Liga. Esa estrategia, que es como la estrategia de la araña, convierte al adversario en parte de su juego. Anoche ocurrió eso una vez más; el Getafe quiso ser el contrario, pero de pronto acompañó al Barcelona en un juego estético de espejos, aquí lo claro, allí lo oscuro. Pieza fundamental del ejercicio, Iniesta; ese taconazo que habilitó a Messi para cambiar el curso incierto de la primera media hora fue un golpe de autoridad que ya desactivó al equipo madrileño.

Desde entonces la única incertidumbre era la de observar hasta dónde es virtuosa la música majestuosa del equipo que ahora le disputa en serio la Liga al Real Madrid, del que durmió anoche a solo un punto. Ver este juego es contagiarse de la paciencia que en el fútbol renta muchísimo. Si hubiera perdido los nervios es evidente que este Barça hubiera sido otro porque sería un Barça sin paciencia.