Quieren fútbol y no palabras

Quieren fútbol y no palabras

Vamos a hacer un pequeño juego. Imaginemos que tenemos que dar una conferencia de prensa antes de un Clásico. Desde siempre el entrenador se prepara el mensaje que quiere dar a la afición, al contrario, a los suyos (de hecho, se sabe de uno famoso que se escribía antes de los encuentros las conferencias de prensa post-partido y tenía dos chuletas, una por si ganaba y otra por si perdía). Hay quien tiene el talento de enviar el recado con naturalidad, como respuesta a una pregunta cualquiera. A otros les cuesta más.

Pero pongamos por caso que la Prensa haya cambiado su papel, que ya no sea portador de noticias e intermediario entre la afición y el club, o que sea un poco menos de eso y mucho de otras cosas. Digamos, como hipótesis, que los medios se hayan convertido en el destinatario último, que los periodistas ya no sean un micrófono, sino una etiqueta. El enemigo o el amigo. Si ocurre eso, ¿qué debe hacer el entrenador? ¿Ponerse los guantes de boxeo o enviar a un sparring? ¿Comportarse con naturalidad y dirigirse a una audiencia que te respeta, en algunos casos hasta el exceso? En la banda sonora que ayer tocaron el segundo y el entrenador había estrategia y mensaje, ausencia y presencia, pero dio la sensación que ambos tenían más ganas de pelota que de palabras. Que se hablará en el campo, vamos. Y eso es buena cosa.