Adiós es hasta siempre

Adiós es hasta siempre

No se le puede decir adiós a Pep Guardiola como el mejor entrenador que ha tenido el Barça en su historia restándole méritos a aquello en lo que ha sido más didáctico, la elegancia con la que ha celebrado sus éxitos, que han sido mucho, y sus fracasos, que fueron pocos. Y lo que ha pasado en la última semana ha sido dirigido a borrar su huella e incluso el futuro de su huella. La mezquindad que encierra esa búsqueda obscena de sus supuestas diferencias con su amigo Tito Vilanova representa un objetivo: querían mostrar a este individuo excelente con manchas en el traje. Ha sido tan eficaz la campaña de intoxicación de la despedida que incluso este comentario, que quería ir en su homenaje en el adiós, se ha contaminado y en lugar de ser una celebración es un gesto de rabia contra la sucesión de calumnias que ahora persiguen al creador del mejor Barça de la historia.

El mejor Barça de la historia, sin embargo, no apareció en el Villamarín, y a lo mejor eso es lo que convirtió en pesarosa esta última aparición de Pep en un partido de Liga. El equipo estuvo falto de entusiasmo hasta grados inconcebibles; entusiasmo viene de presencia de Dios en el ánimo, y si Dios es Messi en el fútbol es cierto que el dios estuvo ausente. La melancolía de Guardiola a lo mejor surgió por esto y no por aquella calumnia reiterada que esta semana ha convertido al mejor entrenador de la historia en un hombre al que han querido despedir con cristales rotos. En lo que a mi respecta, una línea: jamás he sido tan feliz siendo del Barça como cuando ha estado Pep al frente.