Le tocó aprender a jugar...

Le tocó aprender a jugar...

A Michael Essien, después de una vida profesional en la que siempre llegaba al balón el primero y parecía ir en patines por el césped, dominador de su parcela por lo físico, le ha tocado aprender a jugar al fútbol. Creía que esto era fácil y encajó perfectamente en la liga inglesa, atacando el espacio, corriendo sin parar, sobrado de energía. Pero sin mucha disciplina táctica. No fue nunca, con Mourinho, un mediocentro defensivo. Sí fue de todo menos eso, incluido lateral derecho, posición en la que disputó la final de la Liga de Campeones ante el Manchester United con Avram Grant en el banquillo.

En el 4-3-3 del Chelsea no tenía un puesto claro, o los tenía todos. Le faltaba gol y creatividad para ser Lampard, o la fortaleza mental y conocimiento táctico para ser Makelele. Desde sus conocidas lesiones, ha tenido que aprender a caminar. Más o menos. Sin el dinamismo de antaño, ha debido adaptarse al juego y no al revés, y ha acabado convirtiéndose en un buen mediocentro, aunque veterano. En la pretemporada del curso pasado se lesionó y volvió demasiado pronto, sin la base física para aguantar el tirón. Este verano ha puesto el trabajo que le permitirá aportar lo que necesite Mourinho. No tendrá los veinte partidos seguidos que necesita para volver a sentirse importante, pero no se perderá al lado de Xabi Alonso ahora que ha descubierto cómo se utiliza cada metro cuadrado del campo.