La esplendorosa historia escrita por el Sevilla en la primera década del siglo es fruto de un sinfín de elementos concatenados. Por ejemplo: la total comunión que existía entre el club, la afición y unos jugadores tan comprometidos como talentosos. Todo ello ha (¿había?) desaparecido bajo una mezcla de desilusión tras las últimas temporadas, asuntos extradeportivos nada halagüeños que rodean a la entidad y un equipo demasiado despistado, a su bola y desunido.
Ha tenido que ser el Madrid (ir de verde por Nervión tiene sus riesgos) el que reconstruya todo. O el propio Sevilla, para que no se enfade Míchel. El tiempo dirá si fue momentáneo o el principio de algo. Pero Míchel añoraba el partido perfecto que reactivara todo el potencial que tiene el Sevilla, tanto dentro como fuera del césped. Y el de ayer bien puede serlo. Pese al triunfo, lo mejor que le ha pasado al Sevilla es el reenganche de su hinchada, admirada por todo el mapa y apodada el jugador nº 12 pero enrarecida de un tiempo acá. Nervión ha vuelto, con Biris o sin Biris (el Gol Norte estaba casi lleno) y el Sevilla quiere despegar desde un Pizjuán con colorido. Blanco y rojo, que se habían diluido. Y todo a partir del verde. Las cosas de Sevilla...