Mucho más que una maratón

Premio Príncipe de Asturias a la Maratón de Nueva York. Puede causar extrañeza en un primer momento, pero la Maratón de Nueva York es única en el mundo. La corrí de joven, en 1980. Y volví siete veces más. Por algo sería. Todas tienen 42,195 kilómetros, y no hace falta irse tan lejos para correr una, pero el ambiente que allí se vive no se da en ninguna otra maratón o carrera del mundo. La de Londres se le puede parecer, mas no es lo mismo. Lo que confiere a Nueva York un carácter único en el mundo son los espectadores. Son dos millones de personas a lo largo del recorrido que no dejan un metro libre. Dos millones de personas solidarias jaleando a todos los corredores, que hacen imposible retirarse, porque te proporcionan la fuerza cuando te falta.

Allí, el mérito no es ganar la carrera, es terminarla. Es lo único que te preguntan por la calle cuando regresas al hotel con tu medalla colgada al cuello. A nadie le interesa el puesto o la marca, sólo si has acabado. Eso convierte en protagonistas a todos los corredores. Ya lo decía Fred Lebow, el fundador de la carrera fallecido en 1994: “Si quieres sentirte como un artista en Broadway, corre la Maratón de Nueva York”. No es la más antigua; tampoco, una ONG (347 dólares el dorsal), pero sí es única, y la que ha extendido el atletismo popular por el mundo. Eso merece un reconocimiento, y así lo ha querido el jurado. ¿Se lo merecían otros candidatos? Seguro. Pero la Maratón de Nueva York, también. Por “máxima expresión del deporte y colaboración ciudadana”. Doy fe.