Un mar de camisetas blancas

Nunca olvidaré el gran espectáculo que dieron en Varsovia los hinchas polacos-madridistas en el verano de 2014. El Madrid de Ancelotti jugó allí un bolo con la Fiorentina. Las imágenes de televisión eran un sueño hecho realidad. Las gradas del Estadio Nacional repletas de camisetas blancas. En aquella tarde veraniega todos los hinchas merengues nacidos en Polonia iban con sus white shirts, orgullosos y felices de lucirlas. Me consta que es igual en Cracovia, Lodz, Gdansk, Poznan, Breslavia, Rzeszów, Katowice... Así debía ser Lewandowski cuando era un chaval. Un vikingo de corazón.

Recuerdo que desplegaron una pancarta enorme dedicada a Di Stéfano, fallecido semanas antes. Allí respetan la historia y presumen de ella para ejercer su madridismo ante esa moda del Barça que no deja de ser eso mismo: una moda pasajera. Por eso sería maravilloso que Lewandowski viera cumplido su sueño de jugar de blanco en el Bernabéu. Sus cuatro goles en Dortmund al Madrid de Mourinho fueron una tarjeta de presentación, no una declaración de guerra. Sus goles fueron como los de Etoo con el Mallorca (“yo los quiero meter aquí...”). Florentino no lo supo ver con el camerunés, se lo vendió al Barça y fue el artífice de dos Champions culés (2006 y 2009). Con Lewandowski no repitamos el error. Hay que ficharlo y quitárselo al Bayern Múnich. Es ahora mismo el mejor nueve del mundo. En el Madrid te vas a hinchar, Robert.