Juanma Trueba

Nostalgia (mucha) de Rafa Nadal

De la primera victoria de Rafa Nadal en Roland Garros tuve noticia en un barco que remontaba el Nilo (aclaro que estaba en un crucero de placer, no en una misión en Oriente Medio). Perderme la final era el único inconveniente del viaje, pero su victoria se terminó por convertir en el enésimo aliciente de la excursión.

Un año después, la final me pilló en Turquía, concretamente en la bella e inhóspita localidad de Kalkan, lugar muy recomendable. Tengo que advertirles, sin embargo, que el hotel más romántico del pueblo es tan romántico, tan chic y tan moderno, que no tiene televisión. De modo que el día de la final me tocó caminar por las viejas callejuelas kalkanitas en busca de un establecimiento donde, además de tener televisión, me dejaran sintonizarla. Lo encontré. Y allí pude ver el partido mientras ingería no menos de una docena de tés de diferentes sabores (había que consumir, ustedes comprenderán).

El partido contra Federer en la final de Wimbledon 2008 me pilló en el periódico. Fue una tarde intensa y larga, absolutamente emocionante. Hubo un momento en que la totalidad de la Redacción se enganchó con el juego, y no son frecuentes estos actos de comunión general. La sección invisible de todo periódico está formada por aquellos que llevan la contraria, a todo y por cualquier motivo. Aquel día libraron. La emoción por el resultado, la amenaza de que se suspendiera el partido (anochecía en Londres), y la incertidumbre que todo ello generaba en la portada y en las páginas interiores, nos hicieron vivir la final como protagonistas activos, casi como terminaciones nerviosas (muy nerviosas) de la zurda de Nadal.

Lo que pretendo señalar es que hay deportistas (pocos) que se cuelan en tu vida y forma parte de ella, que sirven para fijar acontecimientos o para amplificarlos. Tipos que no sólo están en la Historia, sino que forman parte de la tuya.

De ahí el desconsuelo por su ausencia. Cada noticia que nos llega del Abierto de Australia nos recuerda que Nadal no está y que, en consecuencia, este enero se nos quedará traspapelado en la memoria. Ignoro qué le ocurre. Imagino que el problema está en su cabeza, antes que en su brazo o en sus piernas.  No sé decir si sería bueno un cambio de entrenador (aunque lo digo), una reinvención técnica o un psicoanalista. Sólo tengo claro que Rafa no nos puede dejar así: con la agenda extraviada y las emociones también.