Las insólitas desventuras del argentino Sepúlveda

Ni la salida ni la meta de hoy, Bourg-Saint-Andéol y La Caverna du Pont-d’Arc, han acogido el Tour, lo que no es óbice para que el departamento de Ardecha tenga una gran tradición ciclista. Incluso una carrera profesional: la Clásica Sur Ardecha. En 2015 la ganó Eduardo Sepúlveda, un argentino de 25 años que participa en esta edición del Tour con el Fortuneo.

Sepúlveda es natural de Rawson, en la Patagonia, la tercera región menos poblada del mundo tras Alaska y Siberia. Allí sólo tenía dos carreteras llanas para entrenarse: “A la ida, contra el viento, podría ir a 13 km/h. Pero a la vuelta volaba a 55 km/h. El problema era que el viento girara. Entonces no llegaba nunca a casa”.

Sepúlveda tuvo un insólito debut el año pasado en el Tour. En la 14ª etapa se rompió su cadena. “¡Manu, bici!”, gritó por la radio a Emmanuel Hubert, su director en el Bretagne. Nadie apareció. El coche del Ag2r paró delante y le ofreció una rueda, pero no le sirvió. Entonces vio que su técnico pasaba de largo y frenaba a cien metros. Se puso nervioso, igual que ayer Chris Froome, y se montó en el vehículo del Ag2r para recorrer ese tramo. Fue expulsado.

La presente campaña arrancó con buenos resultados: un triunfo de montaña frente a los hermanos Quintana en San Luis y la segunda plaza del podio. Pero el 28 de febrero volvió a ser víctima de otro extraño suceso en La Drôme Classic. A 200 metros de la meta, un golpe de viento hizo que volara una valla y colisionara contra su menudo cuerpo. El parte médico fue escalofriante: fractura múltiple del radio, fractura del escafoides, dos piezas dentales rotas, el labio superior partido, heridas en el rostro… En este Tour espera que le cambie la suerte.