Bastida paga los platos rotos

Enrique Gómez Bastida ha sido un buen director de la Agencia Antidopaje. Lo escribo en pasado porque esta misma semana le han comunicado su destitución desde el CSD. Un cese que reconfirma que la independencia de estas agencias estatales es pura ficción. Como Bastida no es un político de carrera, se ha dedicado desde febrero de 2014 a trabajar sin buscar protagonismos ni fotos gratuitas. Como además proviene de la disciplina militar, ha sido profundamente leal a sus superiores, aunque haya tenido que tragar con decisiones que luego se han girado contra su persona como un violento bumerán. Entre esas decisiones, o falta de ellas, está la dejadez en torno a la modificación de la Ley Antidopaje, que terminó con la suspensión de España por parte de la Agencia Mundial (AMA).


En febrero de 2015, en una reunión con José Ignacio Wert, se presentó la adecuación de la norma al Código Mundial Antidopaje, pero el entonces ministro declinó la tramitación de una ley orgánica en un año de Elecciones Generales. Eso no fue obstáculo para que a primeros de mayo sí se aprobara el Real Decreto que regula la venta de los derechos audiovisuales del fútbol. Wert se marchó, las elecciones se alargaron y hasta fueron repetidas, y España entró en suspenso. Alguien debe pagar aquellos platos rotos. La salida de Bastida ya estaba decidida, pero se ha esperado a la aprobación de la Ley. En la AMA ha extrañado mucho su destitución, porque se había ganado un respeto internacional. El mismo asombro que genera su partida antes de la identificación de la sangre de la Operación Puerto.