No es oro todo lo que reluce

No es oro todo lo que reluce

España regresó con un saco de medallas de los campeonatos de Europa Sub-23 que se celebraron el pasado fin de semana en Amsterdam. Cuatro medallas de oro, cuatro de plata y dos de bronce. Al final, sextos en el medallero, que está muy bien. Menos tampoco se podía esperar. España, en Europa, es una potencia. Nueve medallas ganamos en los Europeos absolutos de 1994 y siete en los de 1998, a los que renunciaron nuestros mejores maratonianos. Es lógico que en la categoría inmediatamente inferior a la absoluta también se consigan buenos resultados.

La categoría Sub-23 es, sin embargo, muy engañosa. Sus campeonatos se crearon en 1997 para facilitar a los atletas la transición de junior a senior. Compiten atletas de entre 20 y 22 años. Hay muchos que si no han despuntado a esa edad, difícilmente lo harán más tarde. Tenemos los casos de Fermín Cacho, Reyes Estévez, Yago Lamela o Manolo Martínez, quienes con veintipocos años no se estaban pegando con los chicos de su edad, sino con los mejores del mundo. La categoría Sub-23, en este sentido, viene a limitar el universo de la competición y a crear falsas expectativas.

Además, la proximidad de los Mundiales ha alejado de los Europeos Sub-23 a algunos de los mejores jóvenes, o provocado que participaran sólo para afinar su puesta a punto. El caso más claro es el de Borzakovsky, candidato al oro en los 800 metros de los Mundiales, pero que en los Europeos se apuntó a los 400 para mejorar su velocidad ante el compromiso que le espera. Diez medallas son una buena señal de que las promesas españolas se codean con las de su generación, pero no es oro todo lo que reluce. Hay gente que se les ha escapado y otros que vienen por detrás pegando fuerte.